El líquido penetra por los huecos entre mis músculos y siento cómo se
insensibilizan. Poco a poco la sustancia viscosa va llegando al resto de
mis entrañas. Profundizando, inmovilizándolas, interrumpiendo sus
secreciones.
Mis ojos persiguen su recorrido incapaces de detenerlo.
Me inunda.
Mis oídos se taponan y mi cerebro se siente sumergido bajo innumerables atmósferas de presión.
Mis manos acaban de perder todo contacto con la realidad, automatizando mis sistemas para salvar toda la información posible.
De mi nariz sale, goteando, un líquido similar al que entró por el brazo.
Lo bebo.
Me reinicio.
La base de datos de virus no ha sido correctamente actualizada.
Y me vuelven a infectar.
Los Virus esos pequeños y encantadores bichitos
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